Publicado por: ACI Prensa

Consejos para mantener la mente y el espíritu sanos en tiempos de COVID-19

Publicado el 15-03-2021 en Ciudad del Vaticano


La pandemia de COVID-19 ha afectado seriamente a varias personas en el mundo a causa del estrés y la ansiedad, y parece que su fin aún es lejano; por ello, es importante que hoy más que nunca los católicos estén atentos al cuidado de su salud mental, física y espiritual.

En una reciente entrevista a National Catholic Register, el psicólogo Kevin Vost, autor de más de 12 libros sobre psicología, crecimiento espiritual y catolicismo, compartió algunos consejos para ayudar a mantener la salud mental y espiritual en medio de la pandemia del coronavirus.

Vost explicó que “la salud mental y espiritual con frecuencia están estrechamente entrelazadas” y que la segunda incide positivamente en la primera, pero “pueden haber distinciones muy importantes”. 

Para la psicología, “la salud mental básicamente implica que nuestros pensamientos, emociones y comportamientos se mantengan en línea con la razón correcta, o en contacto con la realidad de tal manera que podamos vivir nuestras vidas y cumplir con nuestros roles y deberes de manera efectiva sin una angustia indebida”, dijo.

“En cuanto a la salud espiritual, creo que puede verse como la forma en que dirigimos nuestras capacidades o poderes mentales y corporales, en cualquier estado en el que se encuentren, hacia el amor de Dios y el cumplimiento de su voluntad y mandatos”, señaló.

En ese sentido, dijo que los estudios han demostrado que “los que tienen una fe religiosa más fuerte y prácticas religiosas más activas que podrían indicar una mayor salud espiritual, tienden en general a tener una mejor salud mental también”.

No obstante, precisó que “los trastornos mentales pueden surgir por muchas causas y generalmente son de interacciones entre las predisposiciones genéticas de una persona y el estrés particular o las situaciones estresantes que encuentra”.

“Entonces, solo porque una persona sufre de un trastorno mental no significa necesariamente que sea espiritualmente apática. Así que una persona que se sienta deprimida o presionada no debe decir: ‘Debo haberme alejado de Dios’. Ese no es necesariamente el caso”, dijo.

Vost aclaró que “una persona que confía y espera en Dios, pese a que pase por dificultades mentales, puede salir de un episodio depresivo más fuerte que nunca; y habiéndolo soportado, quizás emerja con esperanza con una mayor compasión hacia otras personas que también sufren”.

Asimismo, dijo que los principales desafíos que los católicos y sus familias afrontan a nivel psicológico durante la pandemia son la ansiedad y la soledad.

Según Vost, incluso antes de la pandemia, varios investigadores y médicos advirtieron que habría una próxima “epidemia de la soledad”, debido al “número cada vez mayor de personas que afirmaban que no se sentían íntimamente conectados con las personas que los rodeaban o que no formaban parte de una red social más amplia”. 

Este problema ha sido agravado seriamente con el distanciamiento social. “Conforme la ansiedad o soledad aumenta”, algunas personas corren el riesgo de tener “depresión” y también “un constante estado de ánimo deprimido”.

En relación a la salud del alma, el psicólogo dijo que uno de los mayores peligros espirituales actuales puede ser la pereza o una sensación general de apatía espiritual, que pueden surgir cuando los católicos dejan de ir a Misa y frecuentar los sacramentos.

Dijo que por las restricciones legales en algunos países, o los miedos de contraer el COVID-19, las personas corren el riesgo de perder el hábito de ir a Misa y recibir los sacramentos. “Esas preocupaciones mundanas reemplazan lentamente a Dios, ya que, en cierto sentido, desaparece de la vista y de la mente”, subrayó.

Por ello, el psicólogo católico dio algunos consejos para mantener una buena salud mental y espiritual en medio de este contexto:

Usa tu tiempo libre para crear hábitos saludables

Las consecuencias de la pandemia en la salud mental y espiritual son diferentes para todos. No obstante, existe una “especie de oportunidad” común que se puede aprovechar en beneficio de la salud mental y espiritual, y es que tenemos “más tiempo disponible para nosotros”.

Esto, “en cierto sentido, nos ha dado una oportunidad concreta de ser un poco menos como Marta y un poco más como María, al darnos más tiempo para reflexionar, de forma que no estemos ansiosos y preocupados por muchas cosas, sino que estemos más enfocados en las cosas necesarias de Dios”, dijo.

El psicólogo dijo que lo primero es reconocer que “no puedo hacer todas esas cosas que solía hacer antes”. El siguiente paso es cuestionarse “¿cuáles son realmente las cosas más importantes? ¿Puedo usar este tiempo para acercarme más a Dios? ¿Puedo usar este tiempo para ser un mejor padre?”.

“Debemos pensar en estas oportunidades para establecer algunos hábitos sólidos que nos acerquen más a Dios a través de nuestro amor por Él y también a través del cuidado adecuado de nosotros mismos y el amor al prójimo”, señaló.

Explicó que esto implica “pensar en las formas en que podemos convertirnos en mejores administradores de nuestra propia salud, propiedad, situación financiera y en la forma en que cuidamos y pasamos tiempo con nuestras familias”.

“¿Cómo puedo hacer de esto una experiencia positiva para estar menos acelerado, concentrarme en lo que importa y luego mantener esos hábitos y persistir en ellos una vez que todas estas restricciones hayan terminado?”.

Aprovecha la soledad para acercarte más a Dios

A lo largo de la historia, algunos de los grandes santos han fortalecido su confianza en Dios a través de períodos de soledad. En medio del aislamiento, se puede aprovechar la soledad a propósito para acercarnos más a Dios. “Al estar menos distraídos de todos los ruidos del mundo, quizás podamos estar en mejor forma para escuchar la voz suave y apacible de Dios”, dijo.

En caso no tenga el hábito de la oración y tal vez tenga tiempo libre extra, reserve un momento de esos días “para realizar una lectura espiritual y rezar; o para informarse en medios de televisión o radio católicos; luego, reflexione sobre las lecciones que aprendió y ore a Dios por ellas”.

En la vida espiritual ayuda “establecer un patrón o hábito”. “Así que mire la situación de su propia vida: ¿Hay formas en las que podría mejorar su vida de oración, su crecimiento en el conocimiento de la fe, su intimidad con Dios? Comience a formar esos hábitos ahora y fortalézcalos, para que sean continuos cuando el mundo vuelva, con suerte, a la normalidad”, añadió.

El psicólogo dijo que en las crisis le ayuda leer los primeros versículos de la Epístola de Santiago, que dice: “Hermanos míos, estén contentos cuando estén en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de su fe produce paciencia”. Esto significa que “en las dificultades, hay un propósito para ello. Dios nos ha dado las gracias que necesitamos para soportarlo, y saldremos más fuertes de esto”, aseguró.

La esperanza en Cristo es “la esperanza de que alcancemos el Cielo, que algún día estaremos allí en la bienaventuranza con Dios, y que Dios nos dará todas las gracias para llegar allí”, dijo. “Tenga esto en cuenta: que Dios está ahí para nosotros. Entonces, incluso en tiempos de lucha, las gracias están disponibles; están ahí”, agregó.

Transmite esperanza a tus hijos y comparte tiempo con ellos

Una de las mejores cosas que pueden hacer los padres es transmitir a los hijos que, a pesar de las dificultades, “todavía hay alegrías por obtener en la vida, que todavía podemos apreciar nuestro tiempo como familia juntos, que Dios está siempre ahí con nosotros, eso puede ayudarles mucho”, dijo.

No es bueno “quejarnos constantemente de los problemas” o “transmitir a nuestros hijos una sensación de preocupación y peligro […]. No queremos proyectarles esa sensación de miedo porque, por supuesto, muchos niños no comprenden la dinámica del COVID-19 y, dependiendo de su edad, es posible que no puedan hacerlo por completo”, explicó.

El psicólogo advirtió que “algunos niños pueden tener temores muy exagerados de su propio riesgo de mortalidad por el COVID-19”, cuando la ciencia dice lo contrario. 

Señaló que The American Academy of Pediatrics dijo que según un reciente estudio en más de 40 estados, el número de muertes de niños por COVID-19 es “extremadamente pequeño en comparación con los adultos”. Indicó que diez estados no reportaron ningún niño fallecido.

Siga con las restricciones que se nos exige por nuestro propio bien y el de nuestros seres queridos, pero dé a sus hijos la sensación de que si bien es un problema serio, no le impide vivir una vida sana y feliz, alentó. 

Además, como católicos “les haremos saber que no es algo de lo que hay que vivir con miedo constante porque, por supuesto, un día, la muerte nos llegará a todos. Y ninguno de nosotros sabe nunca cuándo, o si es mañana, pero Dios siempre está ahí cuidándonos”, agregó.

Finalmente, recomendó disfrutar del tiempo libre participando en actividades interactivas y felices con los hijos. Además sugirió poner como meta disminuir el tiempo en las pantallas y aumentar el tiempo a la interacción social, “simplemente hablando, jugando y haciendo lo que puede hacer”.

Se empático con los que piensan diferente sobre el COVID-19

Vost dijo que en estos últimos años se ha visto una mayor polarización política y ahora esta se da en relación al COVID-19. Un extremo “prácticamente no toma precauciones o casi finge que no existe [el virus]”, y el otro piensa que la pandemia “es casi vivir como reclusos”; sin embargo, no hay que demonizarlos, sino ser empáticos con ellos, indicó.

El psicólogo explicó que las personas tienden a sentir emociones fuertes tanto cuando no perciben que exista una amenaza seria o cuando perciben que existe una terrible amenaza.

Esto se ve en familias, parroquias e incluso diócesis, porque cada persona reacciona diferente al riesgo del COVID-19 y, de algún modo, “tienen algún fundamento detrás de ese [comportamiento]”.

Entonces, no es bueno “tratar de demonizarlos o antagonizarlos, o incluso de chismear a sus espaldas”, sino “enfocarnos más en lo que podemos controlar” y las precauciones que podemos tomar. En caso alguien cercano esté realizando algún comportamiento peligroso, hable con ellos “con un espíritu de corrección fraterna, sabiendo que podría ser rechazado”, señaló.

“También puedes orar por estas personas” y recordar que todos “estamos tratando de averiguar qué es lo correcto. Por lo tanto, ciertamente no queremos tratarnos unos a otros de una manera odiosa o rencorosa mientras intentamos sacar el máximo provecho de esta situación”, agregó.

Mantén contacto con los adultos mayores 

El psicólogo dijo que los más afectados por la creciente epidemia de la soledad, agravada por el COVID-19, son los ancianos. Por ello, sugirió que si tiene familiares o amigos ancianos que estén en un asilo o que no pueda tener cerca físicamente por “razones de prudencia” ante el riesgo del virus, piense cómo podría demostrarles que se preocupa por ellos.

Se puede chatear con ellos o llamarlos a diario. Por ejemplo, el psicólogo relató que llamaba todas las noches a su mamá mientras lavaba los platos, y “tener ese contacto diario, significaba muchísimo para ella”. Y ya cuando sea posible, alentó a visitarlos para demostrarles cuánto los hemos echado de menos y lo mucho que nos preocupa su bienestar.

Redaccion ACI Prensa

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