Publicado por: El Globo
Publicado el 08-05-1999 en Caracas, Distrito Capital, Venezuela
La mayoría de las personas cuando se refieren a otra utilizando el término de "santa" le otorgan un sentido que, sin duda, está influenciado por lo que han escuchando acerca de ella.
Para unos la santidad es inconcebible, mientras que otros estiman que un santo que no guarde silencio y sea muy prudente, no merece tal nombre. Una gran mayoría piensa que la santidad es la encarnación de ciertos estilos de vida que han causado gran revuelo en la historia, tal es el caso de San Ignacio de Loyola, San Juan Bosco o Santa Teresa de Jesús, por mencionar sólo algunos, aunque también podríamos hacer referencia a Jesús, quien además le escandalizaba a muchos por su estilo liberal - en contraposición al estilo oficial plagado de normas- dio muestras muy humanas de ira y sin duda dejó traslucir una terrible debilidad al mostrarse en el Getsemaní postrado en la tierra y clamando con angustia a Dios, su padre, antes de ser crucificado.
De modo que no es fácil dibujar o definir el perfil de un santo, siguiendo determinados cánones, más bien pareciera que cada santo posee un estilo propio e irrepetible. No obstante, la santidad se manifiesta a través del dinamismo de las virtudes teologales de la fe, la esperanza y a caridad en vidas rutinarias -que en ocasiones- se ven salpicadas por episodios de heroísmo.
Jesús y el prójimo
En la madre Carmen Rendiles, fundadora de las Siervas de Jesús, nos topamos con un estilo de santidad que no sigue a rajatabla los cánones tradicionalmente conocidos. Ella consume, un día tras otro, dándole vueltas y más vueltas a la práctica de las virtudes teologales detrás de la teoría implacable e inexorable de una vida ordinaria a los ojos de todo el mundo, en un trasfondo oculto de unión a Jesús Sacramentado y el servicio al prójimo. La madre Carmen no nació adornada de aureola. Ella recorrió un proceso por etapas, cada una más veloz y difícil que la anterior. En ella se conjuga una naturaleza y un medio ambiente familiar que le sirvió de marco para que la acción divina prosperara contra viento y marea.
Ante el dolor, sólo oraciones
Procedente de una familia que la educa en un ambiente de respeto y disciplina, la madre Carmen tiene la particularidad de que nace sin el brazo izquierdo, lo cual no le concede ningún tipo de privilegios en el hogar ni en la congregación.
Al contrario, esta circunstancia la preparará para crear en sí un umbral para resistir el dolor físico e incluso el espiritual o psíquico, porque en su vida se vio sometida a terribles episodios de sufrimientos tanto físicos como espirituales, no obstante, en todo momento supo hacer gala del ejercicio de sus virtudes teologales sin concesiones de ningún género para consigo misma.
En las operaciones a que fue sometida, casi siempre la anestesia dejó de hacerle efecto, los doctores la invitaban a quejarse, pero de su boca sólo salían oraciones y alguna que otra sonrisa.
En un accidente automovilístico que sufriera cerca de Carora, en el que se fracturó varios huesos, no sólo no se quejó, sino que además, en medio del dolor y la confusión estuvo en capacidad de socorrer a los demás.
Padeció una agónica artritis que se enroscó en su cuerpo casi a los inicios de su vida adulta, sin embargo, su desafío cristiano, frente a la terca y cambiante realidad que le tocó vivir, fue afrontado con sabiduría. Nunca opuso el ideal a la realidad sino que supo vivir la realidad como un ideal.
Toda la vida de la madre Carmen se consumió deseando vivir por, en y para Jesús, supo respetar el ritmo de Dios con una paciencia inagotable y una obediencia callada e insigne. Trabajó hasta el último día de su vida, tan es así que logró conquistar un alma más para Dios en la misma clínica donde murió, pues su corazón jamás conoció fronteras.
ANNA TERESA POZZOLUNGO P.
EL GLOBO